
Etiopía a través de sus alojamientos más recomendables
A las puertas de la noche, una fina lluvia, apenas imperceptible, golpea la techumbre. Parece una señal. Fuera, el rigor de la montaña, con sus imponentes 2.500 metros de altura, penetra en forma de brisa glacial. Unos pasos más tarde de la confortabilidad de la cabaña, el espectáculo es sublime.
Los azulados colores del horizonte se mezclan con las dispares luces
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. Al fondo, el contrapunto de los lagos Chamo y Abaya. Una puesta de sol de cine, vamos. Ha merecido la pena dormir aquí, con los Dorze, porque la austeridad del alojamiento se suple con una experiencia inolvidable.
El Dorze Lodge, un establecimiento hotelero ubicado en una atalaya inmejorable, constituye una de las sopresas más agradables de Etiopía y, aunque pasa de puntillas para la mayoría de tour operadores, nosotros estamos convencidos que sus virtudes superan a los déficits. Si lo que buscas son sensaciones, claro.
Etiopía, con una economía en clara pujanza y un sector turístico al alza, dispone de un buen número de plazas hoteleras (y siguen creciendo…). La oferta es variopinta, pero no siempre calidad y precio van de la mano. El Dorze Lodge, asomándose a la ventana del Parque Nacional del Nechisar, sería una de nuestras particulares apuestas. Hay más.
Viajando al norte, en la región del Tigray, apostado de forma armónica con el paisaje, rudo y montañoso, encontramos otra joya: el Gheralta Lodge. Un clarificador ejemplo de adaptación al medio, donde ecología, arquitectura, belleza y confortabilidad viajan al unísono. Un lugar, además, ideal para explorar las iglesias excavadas en la roca de Gheralta y un oasis si el destino precedente ha sido Danakil.
A las orillas del gran lago Tana, donde probablemente Pedro Páez completó en su día alguna de sus múltiples caminatas, surge el Kuriftu. Un resort apacible, cómodo y con un buen restaurante, que presume ser el mejor de su clase en Bahar Dar.
Una etiqueta que podrían compartir, salvando distancias, el Lal Hotel de Lalibela (por su estratégica ubicación en la ciudad de las iglesias horadas en la tierra) y el Goha Hotel de Gondar (plataforma ideal para avistar la población de los castillos).
Si descendemos al sur étnico, la variedad (y pedigrí) escasean. Nada que temer. Todavía podemos sorprendernos con el Eco Lodge de Jinka (ideal de camino a la etnia Mursi) o el Buska Lodge de Turmi. Puestos a elegir, nos quedamos con acampar en un poblado de los Hamer, con una fogata iluminando el ambiente y un puñado de chiquillos mirando con ojos como platos. En este caso, la sustitución de un encuentro apasionante suple al mullido colchón.
La lista de hoteles, hostales, pensiones de medio pelo, resorts lujosos (los menos) y cabañas es interminable. Desde Awasa, con su Haile Resort como bandera (sí, como habéis sospechado, propiedad del atleta Gebrselassie), al Simien Lodge de las Simien Mountains o el Sheraton de Addis Abeba (lujo desmedido en la capital), la propuesta hotelera resulta interesante.
Nosotros, de alma inquieta, todavía seguimos soñando (y que dure) con recostarnos junto al volcán Erta Ale, bajo las estrellas, adormilándonos con el resplandor de la tierra ardiente y simulando ser uno de los personajes de Julio Verne en Viaje al Centro de la Tierra. Porque, a día de hoy, todavía no se ha inventado un hotelito donde te arropen con el firmamento y que un mar de lava sea la luz de tu mesita.
Texto: RAFA MARTÍN /Fotos: ADOLFO BENÍTEZ/TONI ESPADAS y RAFA MARTÍN