
La riqueza étnica de Etiopía en cinco ejemplos
Kala, vaqueros holgados, camiseta azul y zapatillas deportivas, flexiona las rodillas y conversa con su familiar. Ella, cabellera trenzada y embadurnada con una mezcla de grasa y colorante rojizo, se tienta la falda de piel, al tiempo que brillan, por efectos del sol, alguno de los aros metálicos de sus brazos y piernas. A simple vista nadie lo diría. Pero sí, ambos pertenecen a la etnia Hamer. Modernidad y tradición ancestral, en una escena que podría ejemplificar las particularidades antropológicas de Etiopía. No es la única. El país puede presumir de una riqueza étnica de difícil comparación en otro rincón del mundo. Un rompecabezas diseñado por grupos de tamaño reducido que, debido a su histórico aislamiento, mantiene con orgullo tradiciones, cultura y estética, fascinantes para el viajero.
Destacar alguna, por encima de las otras, parece una obra homérica, aunque desde Endoethiopia nos atrevemos; eso sí, en cuatro pinceladas.
Los Hamer, ubicados en una región en la parte oriental del denominado Bajo Omo, es una de nuestras predilectas. Con miembros de esta comunidad hemos compartido instantes entrañables y, a día de hoy, seguimos fascinados por sus mercados, vestimentas y ceremonias como las del Ukuli Bula. A tan sólo una jornada en vehículo desde Arba Minch y el Parque Nacional del Nechisar, los Hamer sobresalen por las características estéticas de sus féminas.
En los mercados de Turmi o Dimeka se las puede ver con su profusión de alhajas, las faldas de piel o esos peinados tan característicos. Sus homólogos masculinos, por su parte, también tocan su cabeza con complicadas decoraciones. En sus poblados celebran unos rituales denominados Ukuli Bula o salto por encima del ganado. Algo así como el paso de un joven a la categoría de adulto
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Aunque la destreza sobre las vacas constituye la parte más plástica de la festividad, lo cierto es que la reunión se prolonga durante tres días y alberga, para estremecimiento de muchos, una parte en la que los «maz» (hombres que han realizado el Ukuli pero que aún no han formado familia) golpean a las mujeres de la familia del protagonista con una largas varas. Por incomprensible que parezca a ojos occidentales, es una muestra de amor, entereza y valor por parte de las castigadas, que lucen con orgullo tan visibles (y dolorosas) marcas.
No lejos de aquí habitan los Mursi, un pueblo dedicado al pastoreo entre el Mago y el Omo. Su rasgo más diferencial son los platos labiales y lobulares de las mujeres. Éstas se practican una incisión y aquí insertan un disco de madera o cerámica que se va renovando por otros de mayor tamaño. Los hombres, por su parte, presumen de una corpulenta desnudez, tamizada con pinturas de color blanco.
Siguiendo hacia el Oeste en el mapa nos topamos con los Surma. Comparten con los anteriores un origen común y estética. Cuando finalizan las cosechas (a partir de noviembre) suelen participar en el donga, una lucha ritual como un paso más en el ascenso social. Los duelos entre contrincantes, armados con una vara de madera, ostentan un valor simbólico y de prestigio.
Abandonando el valle del Omo, a pocos kilómetros de Sodo o Awassa (y en las inmediaciones de Arba Minch), ascendemos las bellas montañas de los Dorze, otra etnia de recomendable visita. Sobre una altitud de unos 2.500 metros, los Dorze caracterizados por las bellas telas con dibujos geométricos que confeccionan, sus espaciosas viviendas en forma de panal de abeja o la particular versión que disponen de la fiesta del Meskel.
Por último, mencionaremos a los Afar. Los hombres del desierto del Danakil. Habitantes de un territorio hostil, los Afar arrastran una imagen de pueblo temible y guerrero. Una visita por estos lares resulta imprescindible. Las caravanas de camellos transportando sal, un paseo por el bello (y surrealista) Dallol y una excursión nocturna a la boca del volcán Erta Ale se encuentran entre sus múltiples alicientes.
De la lista étnica nos dejamos en el tintero numerosos grupos no menos interesantes. Aquí están los Karo, Dassanetch, Anuak (la primera de las fotos de este post), Nyangatom o Konso, por citar únicamente alguno de ellos.
Un universo tribal con capacidad de seducir y atrapar a cualquier viajero.
Texto: RAFA MARTÍN /Fotos: TONI ESPADAS y RAFA MARTÍN