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Un paseo en barca por el lago Chamo del Parque Nacional de Nechisar

Un paseo en barca por el lago Chamo del Parque Nacional de Nechisar


El traqueteo sordo y cadencioso del motor que acompaña el surcar de la barquichuela sobre las aguas podría adormilar a cualquiera. Si le sumamos las horas de viaje acumuladas y un sol que, poderoso, comienza a ser incipiente, tendríamos el escenario ideal para cerrar los ojos y dejarnos mecer por los brazos del lago. Imposible. El paisaje es cautivador. Imponente. A nuestras espaldas, intuimos las montañas Dorze y, más abajo, la coqueta ciudad de Arba Minch y un punto indeterminado que podría ser el  Paradise Lodge. Frente a nosotros, una masa de tierra que, a buen seguro, esconde sorpresas. Y alrededor…un diminuto mar salpicado de vida. Mucha vida

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El lago Chamo, en el Parque Nacional de Nechisar, comparte con su homólogo Abaya (separados por un brazo de tierra, denominado Egzer Dilday, y habitados por una rica variedad de fauna como cebras, marabús, hipopótamos o cocodrilos) la belleza del entorno y de sus entrañas.

La reserva poco tiene que envidiar a cualquier otra reserva africana. Gran diversidad de hábitats, unas setenta especies de mamíferos y 342 de aves,  avalan la visita y resulta un paraíso si, por ejemplo, uno ha regresado de  unos días al sur de Etiopía y ha compartido experiencias con los Mursi, se ha adentrado en el Parque Nacional del Omo o viene de cualquier mercado semanal de los Hamer.

A los pocos metros comprobamos «in situ» este sugestivo lugar. Un desperdigado grupo de pescadores faenando de una manera tan tradicional como peligrosa. Sobre apenas un puñado de troncos y avanzando con un largo bastón a modo de remo, los curtidos pobladores de estas tierras lanzan sus aperos al agua y esperan con destreza el fruto de sus profundidades. La sorpresa es mayúscula cuando muestran, a hurtadillas, varias piezas de no pocos kilos. Percas del Nilo, en especial.

La curiosidad va en aumento y recibimos una escueta explicación sobre la prudencia de estos pescadores. Al parecer carecen de los permisos necesarios para ejercer su oficio, a pesar de llevar haciéndolo desde generaciones y generaciones. Los cocodrilos, que ostentan el honorífico título de ser de los más grandes del mundo, parecen obviar la situación. Los hipopótamos, terriblemente territoriales, también. Aunque son estos los que suscitan más temor.Pescadores_Nechisar_Endoethiopia_viajes_etiopia

Prosigue el paseo en barca y nos viene a la memoria Arthur Donaldson-Smith que, en 1895, fue el primer europeo que, camino del lago Turkana, se detuvo en este vergel.

Qué diría este aventurero ante la proliferación, cada vez más evidente, de animales. Esos marabús que, expectantes, se sitúan junto a unos pescadores que descaman peces  con la esperanza de recibir algún obsequio gastronómico para sus bolsas. O esos cocodrilos que, a primera vista, se asemejan a troncos a la deriva.

Desconocemos, asimismo, si, como nosotros, se deleitó con la vida en Gangule Island. Una islita, que se convierte en península durante la época seca, trasnformada en refugio de pescadores, la mayoría de la etnia Gamo.

Poca importancia tiene ahora. El vaivén del bote se ha apoderado de nuestras vidas. Los pensamientos fluyen y, apostaríamos un puñado de birrs, que estamos en el verdadero paraíso.

Texto y fotos: RAFA MARTÍN

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