
Fútbol es fútbol (o no) en el Stadium de Addis
Minuto 88 de partido. Algarabía general. Un delantero del equipo local, tras una trenzada jugada, deposita el balón en el fondo de la red y, por tanto, su equipo se adelanta en el marcador. A nuestro lado, el respetable salta, brama y agita banderas etíopes con pasión. «¡Como Fàbregas!», asegura un hincha de vientre prominente, en referencia al jugador del F.C. Barcelona. «Sí, sí», respondemos con educación, tras visionar un espectáculo escaso en el terreno de juego, pero muy vibrante en la grada. Pero como dejó para la posteridad Boskov, «fútbol es fútbol»
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Tras varias horas de pie, aplaudiendo lo inimaginable, y con la última Saint George en el olvido, podemos concluir que el partido ha valido la pena. Pero no porque el encuentro entre Ethiopia y Botswana de la fase preliminar de la Copa del Mundo de Brasil (1 a 0 al final) fuera un compendio de paradas a lo Iker Casillas o regates al más puro estilo Messi. Nada de eso. El éxito de la experiencia en el Stadium de Addis Abeba radica en las horas previas. Una jornada que comienza de buena mañana en el Ras Hotel con un macchiato y la llamada telefónica de un amigo, invitándonos al evento balompédico.
La conversación, a grandes rasgos, transcurre de la siguiente manera:
-«Hoy juega Ethiopia contra Botswana, ¿os animáis?», pregunta el colega
-«Genial. ¿Es a las cuatro de la tarde, no?. Pues quedamos después de comer», contestamos.
-«Nooooooo. Hay que comprar las entradas y entrar sobre las 12. Es para no quedarnos sin asiento….», replica ante nuestra incredulidad.
Pero como solemos predisponernos de la misma manera para asistir a la ceremonia del café, contemplar la tradicional Irrecha o descubrir las habilidades de un circo local, hacemos caso a este amigo al que conocemos de nuestro primer viaje a la etnia de los Hamer.
En los aledaños del Stadium descubrimos las peculiaridades del fútbol africano y sus seguidores. Largas colas en algunas taquillas para obtener el preciado tiquet, personajes variopintos vendiendo merchandising con la tricolor y… un puñado de chiringuitos en las entrañas del recinto, vendiendo birra a raudales.
Probamos a adaptarnos al paisaje, adquiriendo una camiseta nacional. Sin embargo, las copias chinas (las más baratas, todo sea dicho) están diseñadas para cuerpos enjutos y sin un gramo de grasa. En otras palabras, que una XXXXL se nos ajusta peligrosamente al cuerpo. ¿Será la injera o es que no hemos entrenado todavía en Bekoji? Sea como fuere, decidimos adquirir una oficial de Adidas y, tachán, tachán, una L nos queda bien holgada.
Con la zamarra en el cuerpo, buscamos el contacto humano y los bares al más puro estilo kebele. En el primero, topamos con dos jóvenes que hablan maravillas de su equipo y comparten sabiduría balompédica. Que si Roger Milla fue el gran referente africano, que si Ethiopia ganó la Copa África años atrás….En fin, la charla se anima y el tiempo es oro, así que accedemos a la grada.
Tras abonar 200 birrs, conseguimos la preciada papeleta y nos sumergimos en una marabunta de supporters. Algunos del Buna, otros del Sant George, pero todos unidos por unos colores. Varias horas después, con dolores en las extremidades exteriores de tanto ejercicio estático y un partido…., bien, mejor dejar lo del partido. El caso es que Ethiopia gana y nos lanzamos a celebrarlo hasta altas horas de la madrugada.
En la zona de ocio nocturno de la capital, coincidimos con los «héroes» del encuentro. La plantilla se ha ido de copichuelas. Se acercan a nosotros y con la misma sonrisa perenne que luce Gebrselassie, nos agradecen nuestro apoyo en el Stadium. Vivir para ver. Así que, ¿fútbol es fútbol, no?.
Texto y fotos: RAFA MARTÍN
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