
Bekoji, la ciudad de los corredores
Dureti Negash sonríe cohibida y arrastra los pies con desgana. Se prepara para la sesión fotográfica de turno, aunque la timidez le supera. No es lo suyo, y se nota.
A su lado, Ergetu Regasa, el director del centro atlético de alto rendimiento al que pertenece, le disculpa y recuerda que su verdadera especialidad, como el de la mayoría de sus compañeros, se encuentra fuera de los focos, en concreto trotando por el monte a más de 2.900 metros de altura.
Dureti, que luce orgullosa un equipamiento con los colores de Ethiopia, asiente a las palabras de su mentor y, minutos más tarde, se lanza pendiente arriba con ese garbo y técnica que distingue a los campeones de media y larga distancia. La figura de gazela se pierde en el horizonte a una velocidad espantosa. Quién sabe, es posible que acabemos de conocer a una futura campeona olímpica. En Bekoji, la ciudad de los corredores, no sería de extrañar.
El modesto pueblecito, a dos horas de Awasa y no muy lejos de las bellas montañas de Bale, pasaría desapercibido si no fuera por ostentar el honorífico título de la cuna de campeones. Así es. Entre sus eucaliptos, y bordeando los 3 mil metros, se han forjado medallistas olímpicos como Tirunesh Dibaba, Kenenisa Bekele o Derartu Tulu. Una verdadera cantera de corredores que, recientemente, puso en el mapa la excelente película documental británica Town of Runners.
A pocos kilómetros de Asasa (donde creció el gran Gebreselassie), Bekoji todavía puede jactarse de emitir el aroma de la Ethiopia antigua. Su bullicioso mercado y sus calles diseccionadas con irregularidad atraen al viajero más paciente. No es, sin embargo, su principal atractivo.
En las afueras de la localidad, donde la naturaleza golpea con encanto, cuarenta atletas promesa (20 chicos y otras tantas chicas) se forjan para un futuro en el tartán. «Hace un año que se fundó», explica didácticamente el señor Ergetu.
«El objetivo», prosigue, «es que sea una de las canteras atléticas de Ethiopia», continúa orgulloso. En las once hectáreas de las que dispone el complejo, Dureti, pero también Gela Anbesa o Amareh Dukele, afinan su técnica para ser las mejores.
«Aquí entrenan», dice el jefe técnico, «aunque las tiradas largas de diez kilómetros o más se llevan a cabo en los bosques…». Contemplando de soslayo esos músculos sin apenas un gramo de grasa y esas extremidades afiladas, uno puede hacerse una idea del ritmo que pueden imprimir estas verdaderas máquinas de correr. Los duros ejercicios se inician a las 7 de la mañana y se prolongan hasta las 10, de lunes a sábado. El resto del tiempo, los internos (o seminternos) estudian y se preparan mentalmente para un deporte que tanta gloria ha dado a Ethiopia.
El grupo, con varios entrenadores de prestigio a su vera, puede presumir de contar con uno de los mejores del mundo: Sentayehu Eshetu. El simpático técnico de la gorra, que no paraba de sonreír en el film Town of Runners, es una celebridad en su país.
Desde el año 1992 ha impulsado la carrera de los mejores atletas de la nación, léase Ganzebee, las hermanas Dibaba o Kenenisa. Hoy día, compagina su trabajo en el centro de Bekoji con el entrenamiento de más de 200 niños por las afueras de la ciudad.
Quedamos con él y, con un machiato de por medio, nos interesamos por su vida. Nació en Harar y, aunque pueda parecer lo contrario, sus pinitos deportivos fueron futboleros. «Yo era jugador, pero mira…», explica levantándose el dobladillo del pantalón y mostrando una profunda herida, «una grave lesión me obligó a dejarlo. Así que empecé a entrenar a niños para el atletismo y, creo, que no me ha ido mal». Lo dice con esa chispa en los ojos de alguien que vierte toneladas de vitalidad. Tras dejarlo en la puerta de su casa («llevadme en coche, que no tengo ganas de andar. No paro en todo el día, je,je», nos cuenta) y saludarnos efusivamente nos suelta: «¡Ya sabéis, cuando queráis venir a entrenar conmigo sólo tenéis que llamarme!». Claro, pensamos, con un nudo en la garganta como respuesta, como si estos farangis estuvieran preparados para ser los nuevo Bikila. ¿O sí? ¿Hará Sentayehu y la magia de Bekoji de nosotros unos verdaderos campeones olímpicos?
Texto: RAFA MARTÍN /Fotos: TONI ESPADAS
Carles
Fantàstic!!
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