Los borana en el volcán de la sal

Los borana en el volcán de la sal

Al borde del cráter del extinto volcán, una mancha oscura se visualiza con meridiana claridad. A medida que descendemos al interior de esta gran olla natural, la irregular circunferencia se agranda y su color se torna más misterioso. La humedad corporal crece de forma proporcional a la cercanía de nuestro objetivo. Cuarenta minutos más tarde, a la orilla del lago, silencio. Un grupo de hombres, semidesnudos, no dejan de moverse ágiles por las turbias aguas semienfangadas, realizando una tarea que su etnia repite desde tiempo inmemorial: la extracción de sal. Son los borana en El Sod o Chew Bet, el impresionante volcán de la sal.

Los borana, seminómadas que ocupan las tierras de Kenia y el sureste etíope, se agrupan en clanes. La gran mayoría ejerce de pastores, aunque determinados grupos se dedican a la farragosa extracción de la sal en lagos formados en dormidos volcanes. Uno de ellos es Chew Bet que, traducido, sería algo así como “Casa de la Sal”.

El lodo, rico en tan preciado mineral, se obtiene con métodos de lo más rudimentario. Absortos ante el espectáculo, y azotados por una brisa invisible, contemplamos las evoluciones de los enjutos mineros acuáticos.Elsod_Borana_Yabelo_Etiopia

Ayudándose de las propias manos y unos cubos, los borana se hacen con un botín que, a simple vista, no parece de gran valor. Con gestos y paciencia logramos entender algo más y salir de nuestro error. El barro, mezclado con la sal, es un bien preciado para esta comunidad. De las negras entrañas del Chew Bet obtienen un producto básico para la alimentación de sus rebaños. Por si fuera poco, el material sobrante es usado para el intercambio con sus pueblos vecinos o simplemente para la venta. Salvando distancias, culturales y espaciales, no podemos dejar de acordarnos en estos momentos de los afar en el Danakil, otro pueblo de Ethiopia estrechamente ligado a la sal.

Con los capazos repletos,  a losborana, con esa característica altura y delgadez que tanto los distingue, sólo les queda cargar a los animales e iniciar el regreso al campamento de turno. Con extrema rapidez y destreza, burros y cuidadores enfilan el camino de vuelta. Detrás nosotros, sudorosos curiosos de una actividad ancestral, que aún emplearemos una hora en alcanzar la parte superior del volcán de la sal. Doscientos metros de desnivel después, y ya sin rastro de nuestros silenciosos amigos, que se han perdido entre senderos sinuosos, la mancha oscura regresa al horizonte.

Ahora, sin embargo, sabemos que no es un detalle cualquiera. Sin mediar palabra, intentamos mimetizar el universo borana y su armonía con la naturaleza. Lo hacemos mirando, absortos, las entrañas del volcán de la sal.

Texto: RAFA MARTÍN /Fotos: TONI ESPADAS

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*